Que no, de verdad, que la idea no vale nada…

Escribo este post a modo de reflexión personal y para compartir con vosotros algo de lo que me he dado cuenta estos últimos meses a raíz de plantear mi nuevo proyecto de búsqueda de trabajo y que estoy aplicando desde ya.

Amigos, la idea no vale nada. Creo que el problema es que tenemos muy idealizado el valor de «la idea». Creemos que cual Einstein, una buena mañana nos levantaremos y diremos «¡eureka!, mi gran idea» y a partir de ahí «sólo» va a ser implementarla y sentarse a esperar a que llueva  la pasta calentita a nuestra cuenta bancaria y vayan creciendo los dígitos a un ritmo vertiginoso. Sigamos soñando 🙂

Por supuesto que algo de valor tiene, no es lo mismo montar el vigésimo quinto negocio de frutería de tu barrio (es por ejemplificar, no tengo nada en contra de los fruteros) que montar el próximo Facebook. Igual que también es cierto que Mark Zuckerberg no se levantó una mañana y dijo… «hágase la luz, voy a montar Facebook (tal como lo conocemos ahora) y me voy a hinchar a ganar dinero». Desde cómo era al comienzo hasta cómo es ahora ha sufrido numerosos cambios y se ha ido adaptando hasta llegar a lo que es hoy. En concreto cambió de nombre (thefacebook a facebook), cambió su objetivo (votar chicas guapas a una red social), etc. Con lo cual llegamos al punto que se repite hasta la saciedad: lo importante no es la idea, es la ejecución. ¡qué gran verdad!

  • La imagen del líder visionario es falsa. Para empezar entiendo la connotación de la palabra visionario (una persona con una gran visión) pero es una palabra que no me agrada mucho; parece como si uno tuviera la visión y el resto lo siguiera como borregos y eso no es así. La mayoría de los éxitos de grandes empresas vienen a raíz de el trabajo e implicación constante de muchísima gente. Esa imagen idealizada del «gurú» o «visionario» que se levanta por la mañana, tiene una idea y «da el pelotazo» es más falsa que un duro sevillano. Detrás de los grandes éxitos de una empresa hay un trabajo de muchísima gente que aporta su pasión, visión, opinión y sobre todo muchísimo trabajo. Por tanto, atribuir el éxito o fracaso de una startup a una persona es como decir que una obra teatral ha sido buenísima/malísima gracias al director, sin tener en cuenta el trabajo de los actores, decoradores, etc
  • Si tu negocio es sólo «tu idea» la llevas clara. 20 años atrás podía tener algo de sentido, pero hoy en día, en éste mundo tan globalizado, como lo único que tenga valor es el producto que vas a diseñar a partir de tu idea sólo te puedo dar un consejo: reza 🙂 Si lo único en lo que te centras y tiene valor de tu negocio es el producto, ¿quién va a impedir que cuando asomes la cabeza venga alguien de China, Indonesia o cualquier parte del mundo, te haga un clon en 1 semana y arrase?
  • No mandas tú, manda el mercado. Puedes tener una idea que consideres fabulosa, pero te diré algo: si no hay gente dispuesta a pagar por ello no sirve de nada. Lo más sensato es arrancar a partir de esa idea inicial e ir pivotando hasta dar con lo que el mercado verdaderamente demanda. No hay nada más poderoso que una idea, ahora bien, como te aferres únicamente a esa idea y sigas en tus trece en lugar de hacer caso a lo que dice el mercado, te auguro un futuro no muy prometedor
  • Del dicho al hecho hay mucho trecho. Una cosa es que tú tengas una idea mágica y otra muy distinta que la puedas llevar a cabo. Obviando los factores personales (falta de capacidades, conocimientos, etc) hay factores que no dependen de ti y también hay que tenerlos en cuenta. Por ejemplo, si vas a montar una aplicación móvil para pedir un taxi o pagar en un restaurante, es evidente que necesitas: tener una buena conexión 3G, convencer a los taxistas y restaurantes que se instalen tu aplicación y convencer a los usuarios de que te usen. ¿Y si no quieren, y si no hay buena conexión 3G…?
  • Los pequeños detalles son los que hacen que brille tu idea. O como se dice comunmente «devil is in the details«. Desde detalles de posicionamiento como: la imagen de tu marca, tu forma de comunicarte con los clientes, tu proactividad, la pasión de mejorar e innovar en el ámbito de tu proyecto; a pequeños detalles como: colocar tooltips que ayuden a aclarar que tiene que rellenar el usuario en cada campo, rediseñar una página teniendo en cuenta los datos que te da Google Analytics, etc . Esos detalles son los que hacen que un proyecto tome un rumbo u otro y marcan en parte los que triunfan o los que se quedan en la cuneta.
  • La gran mayoría de ideas son copias. Todo el mundo toma como referencia de grandes éxitos a empresas com Google y Facebook. Sin embargo, todo el mundo sabe Google no fue el primer buscador ni Facebook la primera red social. Si simplificamos el valor de un proyecto a la «idea» está claro que ni Google ni Facebook son ejemplos de empresas sobre las que cabría esperar un gran futuro. Sin embargo, y aquí viene la gracia, gracias a su ejecución y forma de plantear las 2 ideas consiguieron construir un producto que arrasó con todo lo similar que había cerca de ellos.
  • La suerte. Sí, sí, he dicho suerte. Soy de los que piensa que «atraes lo que piensas» o que «en lo que piensas es lo que obtienes», pero aún así hay que tener en cuenta que hay «algo» (llamemosle suerte) que puede incidir en el éxito o fracaso de tu proyecto. No quiero decir con esto que ya esté todo hecho, y que tengamos que tumbarnos a la bartola porque total… «todo depende de la suerte». Cuanto menos margen demos al factor suerte, mejor, ahora bien, también hay que tenerlo en cuenta.

¿Todavía sigues pensando que la idea mágica vale tanto?